JOSÉ MARÍA MORELOS, SANTA MARÍA HUAZOLOTITLÁN.-Los ejidatarios que siembran las parcelas de esta agencia municipal han tenido la voluntad y la visión para convertirla en la zona de mayor producción de papaya maradol.
De éstas tierras salen 85 mil toneladas de papaya al año, pero la falta de estabilidad del precio en el mercado, junto con la ausencia de apoyos económicos y tecnológicos, lleva a que sembrar papaya sea un juego de azar.
Al término de la cosecha un productor puede quedarse sin nada que no sean deudas o duplicar sus ganancias, una ilusión que les hace incrementar la inversión para el ciclo siguiente.
Incertidumbre
La pérdida de todo su capital entre los ciclos de 2010 a 2012, empujó a Gonzalo Santos Jiménez a dejar la siembra de papaya: “El primer año no tuvo precio el producto, lo pagaban hasta a 1.20 el kilo y ya no fue redituable; el siguiente vino la inundación y el tercero la sequía, no cayó agua y atacó la araña roja”.
Desde 2013 Santos Jiménez se ha dedicado al comercio, a la compra y venta de fruta de temporada como mango, sandía, coco o plátano macho que aquí también se producen.
Ahora Gonzalo Santos es el agente municipal de esta comunidad conformada por tres mil habitantes, en su mayoría personas afromexicanas, que en los últimos 50 años han sembrado sus campos de algodón, después el cacahuate, el limón y desde hace más de una década, con papaya.
Producen más, a un alto costo
Para César David Dionicio Gasga, ingeniero agrónomo egresado del Instituto Tecnológico de Pinotepa Nacional, no todo es bonanza: “Los funcionarios se llenan la boca diciendo que somos el estado número uno en el país y no nos dan apoyos”.
Esa alta productividad a la vez los oprime. Saben que en Puebla sembrar una hectárea de papaya cuesta 40 mil pesos; en Campeche 70 mil; en Michoacán hasta 60 mil pesos porque el Gobierno les entrega insumos y equipo pero en Oaxaca “todo tiene que salir de la bolsa del productor y los costos se elevan hasta 150 mil pesos”.
Una opción para recibir apoyos o subsidios gubernamentales sería “producir menos”, pero en todo el municipio, junto con el de Pinotepa Nacional y Santiago Jamiltepec destinan alrededor de mil hectáreas para que 300 productores generen más de cien mil toneladas del fruto por ciclo agrícola.
Cuernavaca o la Ciudad de México son los principales puntos donde se comercializa la producción, pero a través de intermediarios como Santiago Silva Liborio, originario de Morelos, quien desde hace dos años se dedica a comercializar la papaya que aquí se produce.
“El kilo se compra a 5 o 6 pesos, pero la mayoría se adquiere fiado, la pagan a los 8 o 10 días”, relata; asegura que la ganancia es una comisión de dos mil o mil pesos por viaje de 15 toneladas.
Baja producción 70%
Toda la producción de papaya a granel que sale de aquí pasa por la báscula San Gerardo, por eso su propietario, Pedro Ávila Escuen, sabe que este año la producción bajó 70 por ciento con relación al ciclo anterior, se alcanzarán apenas 20 mil toneladas.
“Este año sembró poca gente porque no hay recurso”, dice el empresario agrícola que tiene en la mente los números: Si el ciclo anual pasado por la báscula pesaban al día el contenido de 36 camiones de 15 toneladas cada uno, en este ciclo se redujo a 6 o hasta 10 camiones “cuando mucho”.
Otra explicación de la baja producción es el control que ejerce Sanidad Vegetal, integrada por varias dependencias federales, “tocó sembrar en El Tico”, cuya extensión es de 90 hectáreas, 110 hectáreas menos que la que tiene la zona de El Potrero, donde la cosecha empezará en mayo de 2018.
Eso, aunado a que “no hubo mucha agua en los pozos” y el líquido sólo lo podían extraer los pocos productores que cuentan con bombas sumergibles.
En un buen ciclo agrícola los 130 productores de este lugar pueden hacer que en conjunto ingresen hasta 10 millones de pesos. La demanda de mano de obra es tal que aquí llegan a laborar personas de otras agencias o municipios.
En total se general cinco mil empleos por ciclo agrícola, aunque por ello adolescentes dejen la escuela, porque saben que en un día ganan 200 pesos “y ya no quieren estudiar, se sienten libres, analiza el presidente de la Casa de la Cultura, Martín Alemán Ibarra, quien después de quedarse “en la ruina” se retiró de la siembra de la papaya, un “juego de azar” al que no volvería a apostar.
COMMENTS